domingo, 11 de abril de 2010

Ideas principales del libro Padre rico padre pobre

Ideas principales del libro de robert kiyosaki
Padre rico padre pobre
Qué les enseñan los ricos a sus hijos acerca del dinero, ¡que las clases media y pobre, no!

Educación:
Es muy importante, aunque la tradicional es cuestionable, además recibir una buena
Educación y obtener buenas calificaciones, ya no constituyen una garantía de éxito.


Dinero:
Los pobres y la clase media trabajan para ganar dinero.
Los ricos hacen que el dinero trabaje para ellos.


Carrera de la rata:
No hay que entrar en la carrera de la rata
(levantarse, ir a trabajar, pagar las cuentas, levantarse, ...),
Es decir, no debes dejar que el miedo y la codicia guíen tu vida.


Activos vs. Pasivos:
Un activo pone dinero en tu bolsillo, un pasivo extrae dinero de tu bolsillo.
Si deseas ser rico, lo único que debes hacer, es sistemáticamente construir activos.


Lujos:
Si deseas darte un lujo, debes primero comprar los activos
Que generarán el flujo de efectivo para pagar por él.
Una diferencia importante es que los ricos adquieren sus lujos al final, mientras que los pobres y la clase media tienden a hacerlo al principio.


Independencia económica:
Cuando tus activos, generen más ingreso que el necesario para cubrir tus gastos,
Habrás alcanzado la independencia económica. Solo debes seguir reinvirtiendo
El sobrante, en nuevos activos, y tu fortuna seguirá creciendo indefinidamente.


Impuestos:
Es la clase media, principalmente la educada y de ingresos altos, quien paga más impuestos.
Los ricos se escudan en las corporaciones o s.a. Para minimizar el monto que pagan.


Coeficiente intelectual financiero:
El coeficiente intelectual financiero está compuesto de conocimiento proveniente
De cuatro amplias áreas de experiencia: contabilidad, inversión, mercados y leyes.


Trabajos:
Selecciona tus trabajos más por lo que aprenderás, que de acuerdo con lo que ganarás.


Obstáculos:
Las principales razones por lo que una persona con educación financiera,
No puede aún desarrollar columnas de activos abundantes son:
Miedo, cinismo, pereza, malos hábitos y arrogancia. 

Análisis Padre Rico Padre Pobre

Padre Rico Padre Pobre

Padre Rico Padre Pobre

miércoles, 7 de abril de 2010

Más nacionalizaciones, más caos

El gobierno  venezolano ha decidido la nacionalización de la industria cementera y de la Siderúrgica del Orinoco, Sidor. ¿Qué se puede esperar de estas nuevas nacionalizaciones?
Bueno, basta con recordar la lección de Ludwig von Mises: a medida que la socialización de los medios de producción progresa, la capacidad de los "planificadores" de calcular económicamente se reduce. En otras palabras, al nacionalizar nuevas industrias, los precios de mercado de los productos intermedios que estas generan desaparecen (por definición sólo pueden existir precios de mercado cuando hay un mercado en funcionamiento, es decir, cuando se respeta la propiedad privada). Y sin precios determinados libremente es imposible determinar ganancias y pérdidas, lo cual quiere decir que para los "planificadores centrales" es imposible determinar si están usando eficientemente el capital o si están malgastando recursos en empresas que, ante los ojos de los consumidores, satisfacen necesidades menos importantes.
Verá usted, en el mercado libre, la utilidad de una empresa es determinada por los consumidores (no por los capitalistas), quienes al comprar o abstenerse de comprar causan ganancias o pérdidas. Una empresa que genera pérdidas consistentemente va a la quiebra. Una que produce ganancias, prospera.
Una vez nacionalizada, este sencillo criterio se pierde y ahora las decisiones en relación a cuánto producir y a quién vender se transforman en problema político. El resultado seguro será el desperdicio y el despilfarro de recursos.
No hace falta ser un genio para ver los resultados por doquier, en un país donde es más fácil comprar un teléfono celular que un kilo de leche en polvo.

El socialismo es imposible (en el sentido económico)

Ahora que hay bastante alharaca sobre el nuevo socialismo del siglo XXI, me pareció traer a colación un par de aspectos de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, que es al fin y al cabo, el objetivo de un verdadero socialista.
Hay muchos problemas implicados en la venida del nuevo socialismo, aquí nos vamos a concentrar meramente en el aspecto económico del asunto.
Hay dos problemas esenciales a la desaparición o inexistencia de la propiedad privada. En una sociedad donde los medios de producción son propiedad de un sólo ente, el Estado, surgen dos problemas prácticos que hacen imposible que dicha sociedad prospere. El primero es el problema de los incentivos. En la sociedad capitalista, cada quien es dueño de sí mismo y de su trabajo, el fruto del cual puede ser intercambiado libremente por el fruto del trabajo de otros, es decir, en la sociedad capitalista cada quien es libre de dedicarse a lo que mejor sabe hacer y comerciar con sus semejantes por el resto de las cosas que le hacen falta. En este proceso de intercambio voluntario, ambas partes se benefician, puesto que cada uno recibe un bien o producto que es más valioso que el que entrega. (Piénselo bien, cuando usted compra un kilo de carne por 10.000 Bs, ¿qué es más valioso para usted en ese momento, el kilo de carne o los 10.000 Bs que le entrega al carnicero? Y para el carnicero es al contrario, los 10.000 Bs son más valiosos que el kilo de carne. Piénselo bien otra vez, si los 10.000 Bs fuesen más valiosos que el kilo de carne para usted, el intercambio no se produciría). De manera que en la sociedad capitalista cada quien recibe en proporción a lo que es capaz de contribuir al bienestar de sus semejantes, cada vez que trabajo e intercambio con alguien, la ganancia total es mía, puesto que es derivada de mi trabajo, que es derivado de mi persona, la cual poseo por derecho natural.
Por el contrario, en la comunidad socialista, donde el Estado es el dueño de toda la riqueza y la reparte a cada quien "según su necesidad", la persona que se esfuerza y produce riqueza no recibe el producto entero de su trabajo (ya que este debe ser redistribuido entre sus camaradas que han producido menos que él). La igualdad económica a la que aspiran los socialistas obliga a que aquellos que más producen sean los más penalizados, puesto que mayor parte de dicho producto debe ser confiscado por el Estado para entregar "solidariamente" a sus compatriotas. De manera que los incentivos económicos están al revés en la comunidad socialista: el que más produce es penalizado más. Por ello, la tendencia de tal utopía será a trabajar lo mínimo posible para cumplir con la cuota establecida por la autoridad económica de la dictadura socialista. Esa es una de las causas por las que las sociedades donde se respeta la propiedad privada han sido más prósperas a lo largo de la historia, que aquellas donde la propiedad privada es escasa o inexistente. En pocas palabras, ¿quién recoge la basura en la utopía socialista?
Luego existe el problema del cálculo económico. En el mercado capitalista, los precios de los productos surgen de la interacción de millones de personas, intercambiando voluntariamente entre sí. Estos precios reflejan la necesidades más urgentes de la población, de manera que los productos o servicios más demandados en un momento dado, tenderán a subir de precio, mientras que los productos o servicios menos demandados tenderán a bajar de precio. Este mecanismo permite al empresario conocer que es lo que la gente necesita más y que es lo que necesita menos, de tal manera que puede ajustar su plan de producción a dichas necesidades, invirtiendo más donde se necesita más y descontinuando líneas de producción, que ante los ojos de los consumidores son menos urgentes. Esto es cierto para los bienes de consumo masivo, pero también lo es -y de manera decisiva y trágica para los socialistas- para los bienes de capital, entendidos como todos aquellos que son usados en la producción de bienes de consumo. Ahora bien, si el Estado es el único dueño de los medios de producción (y ese es el objetivo final de los socialistas) es imposible que surjan precios por dichos bienes de capital, puesto que no existe ningún mercado para ellos, ha desaparecido el intercambio voluntario que hacía posible que emergiera un precio y con él el elemento esencial de coordinación de la actividad productiva.
¿Hacia qué industria debemos dedicar más recursos? Esa pregunta es respondida por el empresario capitalista mirando dónde hay más oportunidades de obtener una ganancia. La ganancia le indica que la inversión es exitosa en satisfacer una cierta necesidad de los consumidores. Donde hay más posibilidad de ganancia, debido a mejores precios, habrá más inversión de capital, haciendo posible una producción ampliada que satisfaga cada vez a más consumidores. Esa misma pregunta no puede ser contestada racionalmente por el ministro de planificación de la utopía socialista. ¿Hacia donde dirijo los recursos, si no sé quién está dispuesto a pagar más? Y no sé quién está dispuesto a pagar más, porque yo controlo todos los recursos. Es como jugar ajedrez con uno mismo. Esta es la verdadera y definitiva cruz del socialismo, sin propiedad privada el cálculo económico, y con él la coordinación de la producción, es imposible. El resultado: caos económico. Como lo dijo von Mises en 1.920:
Uno puede anticipar la naturaleza de la futura sociedad socialista. Habrá cientos y miles de fábricas en operación. Muy pocas de ellas producirán bienes listos para el consumo; en la mayoría de los casos, lo que se producirá serán bienes intermedios y bienes de capital. Todas estas empresas estarán interrelacionadas. Cada bien pasará por toda una serie de etapas, antes de estar listo para ser usado. En el incesante laborar de este proceso, sin embargo, la administración carecerá de medios para comprobar sus relaciones, no será capaz de determinar si un bien determinado no ha sido mantenido durante un período superfluamente largo de tiempo en el necesario proceso de la producción, o si trabajo y materiales no han sido desperdiciados en su finalización. ¿Cómo decidirá si tal o cual método es el más rentable?

El capitalismo fomenta la paz

El capitalismo y el comercio fomentan la paz. Esta es una verdad de esas que nunca aprenderá usted en las escuelas del gobierno, ya que en estas se enseña que el comerciante y el capitalista son explotadores de la raza humana. Pero la realidad es muy diferente.
Ilustración reciente nos la proporcionó el reciente altercado entre los gobernantes de Colombia, Ecuador y Venezuela. Mientras los políticos amenazaban con desatar un conflicto bélico, donde ellos evidentemente no serían víctimas, quienes más preocupados estaban eran los comerciantes que día a día cruzan la frontera para comerciar con sus colegas del otro lado.
Y ahora, una vez que las aguas han vuelto a su curso normal, los comerciantes esperan continuar con sus relaciones pacíficas y estiman que durante el año 2008 cerca de 8 millardos de dólares en mercancías cambien de manos y crucen las amplias fronteras colombo-venezolanas. En ausencia de interferencia estatal y para-estatal dicha suma se multiplicaría fácilmente.
Es sólo la existencia de un ente de naturaleza violenta como el estado la que crea conflicto en las relaciones humanas. Por eso podemos decir que el capitalismo en su forma más pura es el verdadero promotor de la convivencia pacífica y la cooperación voluntaria entre los hombres. Y no es porque los comerciantes sean particularmente más pacifistas o comeflores que el resto de los mortales. Es porque ellos ponen en juego su capital cada día y simplemente no les conviene ninguna interrupción en sus labores diarias.
¿Se imagina usted qué hubiese sucedido la semana pasada si el comercio entre Colombia y Venezuela fuese inexistente o despreciable? Las presiones políticas por iniciar hostilidades hubiesen sido más fáciles de aceptar, puesto que habría poco que perder y en ausencia de comercio existirían pocos lazos interpersonales entre los pueblos a ambos lados de cada frontera. Bajo estas circunstancias hubiese sido más fácil (aunque todavía no trivial) vender la propaganda bélica y patriótica para convencer a la gente de aceptar una confrontación con sus vecinos. Es el hecho que las relaciones comerciales entre ambos pueblos se han mantenido robustas a lo largo de los años, lo que convenció a los políticos de ambas partes que había más que perder que ganar de una confrontación bélica y que mejor era resolver el asunto por medios diplomáticos.
Es momentos como estos que las sabias palabras del economista francés Frédéric Bastiat retumban por su veracidad y vigencia: si los bienes no cruzan las fronteras, los ejércitos lo harán.
Asegurémonos entonces de que los bienes sigan cruzando las fronteras, si es que queremos mantener la paz.