miércoles, 7 de abril de 2010

El socialismo es imposible (en el sentido económico)

Ahora que hay bastante alharaca sobre el nuevo socialismo del siglo XXI, me pareció traer a colación un par de aspectos de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, que es al fin y al cabo, el objetivo de un verdadero socialista.
Hay muchos problemas implicados en la venida del nuevo socialismo, aquí nos vamos a concentrar meramente en el aspecto económico del asunto.
Hay dos problemas esenciales a la desaparición o inexistencia de la propiedad privada. En una sociedad donde los medios de producción son propiedad de un sólo ente, el Estado, surgen dos problemas prácticos que hacen imposible que dicha sociedad prospere. El primero es el problema de los incentivos. En la sociedad capitalista, cada quien es dueño de sí mismo y de su trabajo, el fruto del cual puede ser intercambiado libremente por el fruto del trabajo de otros, es decir, en la sociedad capitalista cada quien es libre de dedicarse a lo que mejor sabe hacer y comerciar con sus semejantes por el resto de las cosas que le hacen falta. En este proceso de intercambio voluntario, ambas partes se benefician, puesto que cada uno recibe un bien o producto que es más valioso que el que entrega. (Piénselo bien, cuando usted compra un kilo de carne por 10.000 Bs, ¿qué es más valioso para usted en ese momento, el kilo de carne o los 10.000 Bs que le entrega al carnicero? Y para el carnicero es al contrario, los 10.000 Bs son más valiosos que el kilo de carne. Piénselo bien otra vez, si los 10.000 Bs fuesen más valiosos que el kilo de carne para usted, el intercambio no se produciría). De manera que en la sociedad capitalista cada quien recibe en proporción a lo que es capaz de contribuir al bienestar de sus semejantes, cada vez que trabajo e intercambio con alguien, la ganancia total es mía, puesto que es derivada de mi trabajo, que es derivado de mi persona, la cual poseo por derecho natural.
Por el contrario, en la comunidad socialista, donde el Estado es el dueño de toda la riqueza y la reparte a cada quien "según su necesidad", la persona que se esfuerza y produce riqueza no recibe el producto entero de su trabajo (ya que este debe ser redistribuido entre sus camaradas que han producido menos que él). La igualdad económica a la que aspiran los socialistas obliga a que aquellos que más producen sean los más penalizados, puesto que mayor parte de dicho producto debe ser confiscado por el Estado para entregar "solidariamente" a sus compatriotas. De manera que los incentivos económicos están al revés en la comunidad socialista: el que más produce es penalizado más. Por ello, la tendencia de tal utopía será a trabajar lo mínimo posible para cumplir con la cuota establecida por la autoridad económica de la dictadura socialista. Esa es una de las causas por las que las sociedades donde se respeta la propiedad privada han sido más prósperas a lo largo de la historia, que aquellas donde la propiedad privada es escasa o inexistente. En pocas palabras, ¿quién recoge la basura en la utopía socialista?
Luego existe el problema del cálculo económico. En el mercado capitalista, los precios de los productos surgen de la interacción de millones de personas, intercambiando voluntariamente entre sí. Estos precios reflejan la necesidades más urgentes de la población, de manera que los productos o servicios más demandados en un momento dado, tenderán a subir de precio, mientras que los productos o servicios menos demandados tenderán a bajar de precio. Este mecanismo permite al empresario conocer que es lo que la gente necesita más y que es lo que necesita menos, de tal manera que puede ajustar su plan de producción a dichas necesidades, invirtiendo más donde se necesita más y descontinuando líneas de producción, que ante los ojos de los consumidores son menos urgentes. Esto es cierto para los bienes de consumo masivo, pero también lo es -y de manera decisiva y trágica para los socialistas- para los bienes de capital, entendidos como todos aquellos que son usados en la producción de bienes de consumo. Ahora bien, si el Estado es el único dueño de los medios de producción (y ese es el objetivo final de los socialistas) es imposible que surjan precios por dichos bienes de capital, puesto que no existe ningún mercado para ellos, ha desaparecido el intercambio voluntario que hacía posible que emergiera un precio y con él el elemento esencial de coordinación de la actividad productiva.
¿Hacia qué industria debemos dedicar más recursos? Esa pregunta es respondida por el empresario capitalista mirando dónde hay más oportunidades de obtener una ganancia. La ganancia le indica que la inversión es exitosa en satisfacer una cierta necesidad de los consumidores. Donde hay más posibilidad de ganancia, debido a mejores precios, habrá más inversión de capital, haciendo posible una producción ampliada que satisfaga cada vez a más consumidores. Esa misma pregunta no puede ser contestada racionalmente por el ministro de planificación de la utopía socialista. ¿Hacia donde dirijo los recursos, si no sé quién está dispuesto a pagar más? Y no sé quién está dispuesto a pagar más, porque yo controlo todos los recursos. Es como jugar ajedrez con uno mismo. Esta es la verdadera y definitiva cruz del socialismo, sin propiedad privada el cálculo económico, y con él la coordinación de la producción, es imposible. El resultado: caos económico. Como lo dijo von Mises en 1.920:
Uno puede anticipar la naturaleza de la futura sociedad socialista. Habrá cientos y miles de fábricas en operación. Muy pocas de ellas producirán bienes listos para el consumo; en la mayoría de los casos, lo que se producirá serán bienes intermedios y bienes de capital. Todas estas empresas estarán interrelacionadas. Cada bien pasará por toda una serie de etapas, antes de estar listo para ser usado. En el incesante laborar de este proceso, sin embargo, la administración carecerá de medios para comprobar sus relaciones, no será capaz de determinar si un bien determinado no ha sido mantenido durante un período superfluamente largo de tiempo en el necesario proceso de la producción, o si trabajo y materiales no han sido desperdiciados en su finalización. ¿Cómo decidirá si tal o cual método es el más rentable?

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